martes, 14 de octubre de 2008

A contracorriente: Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza

por Eloy Cuadra Pedrini.*

Se celebra el 17 de octubre, era el día en que solíamos salir a la calle, unos cuantos soñadores, a manifestarnos por un reparto más justo de las riquezas en el mundo. Ese día y las semanas previas recordábamos a los que no quieren mirar que 100 millones de niños y niñas siguen aún sin poder ir a la escuela, que 30.000 de ellos murieron ayer, y otros 30.000 están muriendo hoy y 30.000 más morirán mañana, y así cada día, sin remisión, por enfermedades directamente relacionadas con la falta de alimentos; que el 20% de la población mundial no tiene acceso a agua potable; que el 89% de las mujeres embarazadas portadoras del virus del sida no pueden acceder a tratamientos que evitarían contagiar a sus hijos; que hay 800 millones de adultos analfabetos; que hay 1.000 millones de personas que intentan sobrevivir con menos de 1 dólar al día, de las cuales el 70 % son mujeres, con un actividad que representa 2/3 de las horas laborales que se trabajan en el mundo y el 50% de los alimentos que se producen, recibiendo a cambio únicamente el 10% de los salarios globales.

Son algunos datos, y aquí empieza el problema porque no intentamos ver en cada cifra a un niño, una niña o una mujer con sus sonrisas y sus lágrimas reales, la vida que tendrían y la que no tendrán, y en su lugar sólo vemos un dato frío. Son números a los que solíamos sumar los de otros seres humanos con más suerte, y las cantidades exorbitantes que gastamos en helados, cosméticos, operaciones de estética o comida para mascotas a este lado del mundo, por no hablar de lo que gastan los gobiernos en armamento, suficiente para comprobar lo mal invertida que está la riqueza. Eran datos a los que solíamos acudir los utópicos del altermundismo cuando se acercaba la fecha del 17 de octubre, se trataba de concienciar a la gente en que otro mundo más justo era posible. Había charlas, jornadas, conciertos y hasta manifestaciones, pero eso ya casi pasó a la historia. Estamos en crisis, han cambiado los lemas, hoy imperan el “Primero nosotros” o el “Sálvese quien pueda”, nada ya de lo de “Contra la pobreza actúa, más hechos menos palabras”, seguimos sin hechos pero ahora ya no hay ni palabras. Ya no estamos como en pasados años de bonanza decidiendo si queremos mejorar este mundo o no, hoy parece que no nos queda más que intentar que no se vaya al traste el que tenemos, bueno o malo. El mundo rico intenta salvarse a sí mismo, aquí y allá sus gobiernos inyectan capital, recuperan deuda o nacionalizan bancos para enmendar lo que unos codiciosos y nada previsores banqueros perdieron prestándolo a clientes de poca solvencia. Algunos analistas cuestionan que dichas medidas sean la solución real al problema, aún así, 700.000 millones de dólares es la cantidad inicial que el Congreso de EEUU destinará al asunto. Y de entre tanto dato yo me quedo con uno para mostrar que sigue siendo posible y hasta recomendable: lo apuntaba el nada sospechoso director de la Fundación La Caixa –casualmente un banco-, cuando esta pasada semana afirmaba que el plan de rescate de Bush supera en más de diez veces lo que haría falta para eliminar la pobreza en el mundo. El mencionado director decía incluso –y yo lo comparto- que es más rentable para el mundo invertir en eliminar el hambre que en rescatar bancos de dudosa moralidad y menos eficiencia. Como ven, no se habla ya de solidaridad, no es caridad, es rentabilidad, palabra sagrada del capitalismo. Porque un país que come es un país que puede crecer, formarse y desarrollarse de manera más sostenible, de modo que demandará –comprará- más bienes y servicios a los países ricos. Y un país que come estará también menos expuesto al surgimiento del fanatismo, el fundamentalismo, el terrorismo, las guerras sangrientas, las revueltas y los golpes de estado, de modo que el mundo tendrá que gastar menos en seguridad y defensa y al tiempo ahorrará esfuerzos y dinero en la pacificación y reconstrucción de esos países. Y sobre todo pensando en Canarias, si en los países del continente negro pudieran comer de seguro no vendrían tantos cayucos.

Un cuento demasiado bonito, dirán algunos. Piensen en China: no hace tanto era pobre, hoy pasa por ser el principal mercado para muchos productores occidentales. ¿Cómo hacerlo? Bien sencillo, ahora que está medio mundo reunificando deudas, será como reunificar la hipoteca con el crédito del coche y el descubierto de las últimas vacaciones ampliando los plazos para ir más desahogados a fin de mes. Igual pero a gran escala, en este caso sería el Primer Mundo quien reunificaría sus deudas –incluidas las que tiene con el Tercer Mundo-, sumando el coste de erradicar el hambre a todo lo que le vamos a dar a los bancos. Estoy seguro que pronto encontraríamos la forma de recuperar lo invertido en cómodos paquetes de acciones.

* Es miembro del partido Por Un Mundo Más Justo,
que lucha, desde la política, por erradicar la pobreza
en el mundo.

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